Neomachismos (Violencia simbólica)

La violencia simbólica es un concepto acuñado por Pierre Bourdieu  y se utiliza para describir una relación social donde se ejerce un modo de violencia indirecta tan normalizada que, habitualmente, no somos conscientes  de dichas prácticas. Esto pone bien a las claras que el machismo sigue vivo, es cierto que no se consideraría apropiado declarar abiertamente la inferioridad de las mujeres, se tacharía de discriminación explicita y por ello rechazable. Pero si existe un machismo arraigado, con raíces profundas, un machismo encubierto y oculto de  actitudes y comportamientos que  pretenden reforzar la supuesta inferioridad de las féminas y que constituyen lo que actualmente se denomina “neomachismo”.

Aunque el término -neo- alude a nuevo; no son nuevas formas de discriminación surgidas en nuestras sociedades,  son formas antiguas que permanecían ocultas en la propia estructura, son “la argamasa”, plantea Alda Facio. Son los resortes que sostienen ese maltrato y lo perpetúan y está presente en todas las demás formas de violencia garantizando que sean efectivas.

Nuestra sociedad está impregnada de violencia simbólica: letras de canciones,  chistes, anuncios… basados en estereotipos. Aquellas personas que son conscientes son descalificadas por intentar “problematizar un asunto que no era considerado tal”  Se las tacha de victimistas, exageradas, lloronas,  de no tener humor, ser unas histéricas…

La violencia simbólica mantiene una sería de mitos y creencias falsas como:

  • Equiparación del machismo con el feminismo.
  • Intento de desprestigio de la labor que realiza el feminismo.
  • Descalificación y agravio de las personas feministas.
  • Ridiculización de las personas que pretenden la inclusión de las mujeres en el lenguaje.
  • Intento de calificar de injusta e ilegal a la ley.
  • Pretensión de dar la vuelta a los significados de los conceptos, en un intento de criminalizar la lucha contra las violencias sobre las mujeres.
  • Calificación de las maltratadas de aprovechadas y acaparadoras. olvidando a los/as menores.
  • Difusión de mitos: denuncias falsas, muertes de hombres a manos de mujeres…
  • Manipulación de datos oficiales: falseamiento y adulteración de datos autorizados, a través de estudios propios y meras opiniones.

Los ojos del miedo (Experiencia de un hombre igualitario)

Nunca los había visto tan de cerca, los ojos del miedo, hasta aquella tarde que fui, acompañado de mi pareja, a visitar a una amiga común. Había tenido un accidente, era el motivo por el que fuimos a visitarla. La realidad que nos encontramos, era mucho más horrible, la cara amoratada, los labios cosidos, lo peor, la más lacerante de las heridas, era que habían sido producidas por la persona que se supone, más la quería, su marido.  Es obvio decir, que nos prestamos a ofrecer toda clase de ayuda, a recomendar la denuncia por agresión (no fue un accidente cayendo por las escaleras, como había dicho). Todo fue inútil, lo que más me dolió fue el modo en que sucumbimos y le prometimos, como nos pidió, que no dijésemos nada, como fuimos capaces de jurarle silencio. Una vez en casa, frente al espejo, me sentí sucio, sí, me sentí sucio de ser hombre, porque el miedo que vi, no solo era al hombre que le pegó, era miedo a la incomprensión, a ser juzgada (porque algún motivo habría, para ser golpeada)  a la indefensión (¿Cuánto tiempo puede estar protegida? ¿Cuándo se cansaran de hacerlo? ¿Y, después que?) , el miedo a ser mujer y no poder evitarlo. Porque los hombres siempre tendrán el privilegio de la fuerza y del poder sobre la razón. ¿Siempre? Esa fue la pregunta que me hice. En la respuesta, se encontraría  la sanación a mi vergüenza por haber permitido, mis privilegios de hombre frente a las mujeres. Decidí tomar partido por las relaciones igualitarias y por desterrar el machismo y los conceptos patriarcales, que conducen a la violencia contra las mujeres. Tome partido, para no volver a ver ni imaginar nunca más, aquellos ojos del miedo.

     Pedro José Prieto Buñuel.

De la violencia de género se puede salir.

Próxima la conmemoración  del «Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres»  y abrumada por las cifras de la vergüenza; mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas,  explotadas sexualmente, que no pueden mostrar su rostro, o caminar solas, o ir a la escuela… conducir, o ni siquiera reír…  Mujeres que no pueden elegir la ropa que quieren ponerse porque el acompañante de turno es quien decide si los centímetros de la falda son los adecuados o si el escote puede «perturbar» o no a los santos varones.

Violencias y microviolencias que sufren las mujeres en todos los lugares del mundo. Y en este «infierno» al que según Amelia Valcárcel están condenadas muchas féminas por el simple hecho de nacer mujeres, a veces surge una esperanza, alguna mujer  ha alcanzado una vida libre de violencia, ha logrado salir de la cárcel de su hogar y ha conseguido librarse de su verdugo.En este sentido va este comentario.

Yo pase por algo similar.. Y hace 2 años pude salir de esa situacion.. Hoy lo veo las cosas desde lejos y no puedo creer en la persona que era.. Y como pude amar y justificar tanto a alguien que seguramente nunca me quiso… Lei una vez una frase y me quedo grabada.. «Como no te iba a amar con todas esas virtudes que te invente.» y es tal cual… Hoy estoy en pareja con la persona mas maravillosa del mundo.. Que me respeta y me quiere.. no se den por vencidas.. Se puede salir!

Sí, se puede salir.

Las denuncias falsas: un mito.

El diccionario de la RAE define la palabra  mito1  como una historia imaginaria que altera las verdaderas cualidades de una persona o de una cosa y les da más valor del que tienen en realidad. Este valor añadido que desfigura la realidad y que nos hace partícipes o espectadores de la violencia contra las mujeres, es el mito de las denuncias falsas.

En “La Educación: antídoto contra la violencia de género”  (Trabajo de investigación del Máster en Malos Tratos y Violencia de Género: un enfoque multidisciplinar) realicé una encuesta en dos grupos de trabajo; uno con un proceso de coeducación de varios años. El resultado es la constatación del dislate ya que el 46% opinaba que las mujeres denuncian con falsedad para quedarse con los bienes de la familia mientras que un 54% pensaba que si una mujer da el paso de denunciar es porque es maltratada. Este dato refleja muy a las claras el estado de la cuestión ya que casi la mitad de la población  magnifica y agranda extraordinariamente unos pocos casos y así se alimenta el mito.

Según  el informe publicado por  la Fiscalía General del Estado que estudia la incidencia de las denuncias falsas desde el año 2009,  en los últimos cinco años se han producido un total de 657.084 denuncias por violencia machista, pero sólo 120, un 0,018%, derivaron en un procedimiento por denuncia falsa. De esos 120 procesos por denuncias falsas, sólo 33 han terminado con una sentencia condenatoria, por lo que sólo está acreditado que un 0,005% de las acusaciones son falsas. Además según el Consejo General del Poder Judicial el 85% de las sentencias de violencia de género y que condenan al agresor son dictadas de conformidad con los acusados, es decir, se reconocen culpables” pero, seguimos manteniendo esa farsa.

Con esta situación  las mujeres maltratadas sufren doble victimización: la de sus parejas y la de la sociedad que no las cree y pone en tela de juicio sus denuncias,  basándose en creencias falsas e ideas erróneas. Por otra parte, y no menos importante, es que casi nadie piensa a priori que en otros delitos hay también denuncias falsas y que hay una cantidad mayor de las que se producen en relación a la violencia de género.

Abordemos la violencia de género desde la categorización de la lacra que nos avergüenza y no eludamos el problema basándonos en unos casos aislados que, desgraciadamente, se siguen produciendo en todos los ámbitos delictivos.