Uno de los objetivos que me impulsaron a administrar este blog es que fuera un centro de recursos para trabajar la igualdad entre hombres y mujeres en las aulas. Tenía bastante material que había desarrollado con mis grupos y consideré que estar aquí podría significar que mi trabajo se podría multiplicar y eso siempre sería positivo de cara a mi tarea educativa. Pero a mí me eligieron ellas, las mujeres maltratadas, tengo algo que me une: la solidaridad y la enorme implicación con sus problemas y su situación.
La violencia de género tiene muchos frentes, muchos aspectos en los que hay que incidir desde la base, desde las primeras etapas: es la educación en igualdad, por un lado; y desde el compromiso y la profesionalidad, por el otro, ya sea en aspectos educativos o de tratamiento de víctimas.
Uno de los problemas que más inquietan es comprender por qué una mujer “aguanta” los malos tratos, algunas durante mucho tiempo. En general, la sociedad a estas mujeres, lejos de considerarlas víctimas; las considera culpables de recibirlos y eso junto a la enorme distorsión psicológica que sufren, que incluso ellas se consideran responsables de los malos tratos; produce la doble victimización.
En este intento de comprenderlas, de apoyarlas y ofrecerles un respiro o un desahogo fue creciendo este blog. Sucedió que eligieron mi página para poder hablar, comunicarme cómo se encontraban, su caso concreto y así vinieron muchos mensajes.
Podría haber elegido otro cualquiera pero hoy escojo éste porque me sirve para ratificar que hay una vida libre de violencia, que es posible recuperarse y vivir una vida mejor, que es posible la esperanza.
“Yo también fui víctima de violencia. Me costó trabajo tomar la decisión de apartarme, pero lo hice; es muy difícil y el proceso también. El dejar de pensar en que quizá podrías estar mejor […] No estamos solas y de nosotras depende acabar con ello. Tengo una pequeña, que aparentemente no sufría maltrato; sin embargo, ha cambiado tanto. Hoy en día es una niña muy feliz, da besos abrazos y sonríe mucho (antes no lo hacía).
Comprendí que estaba dañando a mi hija y no solo me sentía muerta en vida, comenzaba a sentirme mal, débil, sofocada… sentía que iba a morir… se me estaba esfumando la vida. Y lo peor, es que un acto de violencia no te deja disfrutar de tus hijos como deberíamos. A veces pensamos que es mejor que los hijos crezcan a lado de sus padres… pero ¿para qué?, para hacerlos infelices?, violentos?, retraídos?, miedosos? Y precisamente por eso principalmente, decidí ponerle fin… primero por mi hija y después por mí. Porque no merecía esa vida.
Ahora me siento libre, tranquila, FELIZ. Lo más difícil es volver a ser uno mismo, recuperarse de la despersonalización. En cuanto al papá de mi hija, «no pienso que sea buen padre» porque no le enseña cosas buenas y por lo tanto, estoy pidiendo que no tenga visitas con la niña o bien, que sean vigiladas. Ojalá en el juicio salga bien.
Pensé que el miedo era más fuerte, pero no es así. No puedo permitir seguir viviendo así, con el temor de que un día cumpla sus amenazas. Mejor terminar con ello no creen. Por el momento nos otorgaron un acta restrictiva.
Si hay quienes ayudan, también se debe buscar apoyo de personas cercanas, terapia y valor. Tiene casi 6 meses de que lo deje y no me arrepiento de ello, he encontrado en mi camino gente buena que me ha ayudado y amigos, que regresaron a mi lado.
No desistan, no aguanten, valemos más de lo que nosotras mismas creemos. Ojalá pudiera hacer algo por ustedes […] Un fuerte abrazo a todas.
No te conozco y aún así te digo que Te Quiero y que para mí vales mucho”
Este es el mensaje de esperanza que quiero transmitir.