Los ojos del miedo (Experiencia de un hombre igualitario)

Nunca los había visto tan de cerca, los ojos del miedo, hasta aquella tarde que fui, acompañado de mi pareja, a visitar a una amiga común. Había tenido un accidente, era el motivo por el que fuimos a visitarla. La realidad que nos encontramos, era mucho más horrible, la cara amoratada, los labios cosidos, lo peor, la más lacerante de las heridas, era que habían sido producidas por la persona que se supone, más la quería, su marido.  Es obvio decir, que nos prestamos a ofrecer toda clase de ayuda, a recomendar la denuncia por agresión (no fue un accidente cayendo por las escaleras, como había dicho). Todo fue inútil, lo que más me dolió fue el modo en que sucumbimos y le prometimos, como nos pidió, que no dijésemos nada, como fuimos capaces de jurarle silencio. Una vez en casa, frente al espejo, me sentí sucio, sí, me sentí sucio de ser hombre, porque el miedo que vi, no solo era al hombre que le pegó, era miedo a la incomprensión, a ser juzgada (porque algún motivo habría, para ser golpeada)  a la indefensión (¿Cuánto tiempo puede estar protegida? ¿Cuándo se cansaran de hacerlo? ¿Y, después que?) , el miedo a ser mujer y no poder evitarlo. Porque los hombres siempre tendrán el privilegio de la fuerza y del poder sobre la razón. ¿Siempre? Esa fue la pregunta que me hice. En la respuesta, se encontraría  la sanación a mi vergüenza por haber permitido, mis privilegios de hombre frente a las mujeres. Decidí tomar partido por las relaciones igualitarias y por desterrar el machismo y los conceptos patriarcales, que conducen a la violencia contra las mujeres. Tome partido, para no volver a ver ni imaginar nunca más, aquellos ojos del miedo.

     Pedro José Prieto Buñuel.