Louise Bourgeois

Louise Bourgeois mostró en las obras que realizó en los años 40 las relaciones existentes entre cuerpo/hogar/arte, denunciando que para las mujeres el hogar constituía una trampa alienadora. Sin embargo, cuando expuso en 1947 sus cuadros «Femme-Maison» en los que mujer y casa se unifican en un solo cuerpo, sus obras y la metáfora que encerraban no fueron comprendidas por la crítica, que interpretaron que en sus cuadros se afirmaba una identificación «natural» entre mujer y hogar. La sustitución del rostro por la casa simboliza la condición social de la mujer hasta el punto de que el hogar doméstico suplanta su identidad como individuo. Bourgeois, que se define como coleccionista de espacios y memorias, ha construido su obra a partir de dos elementos básicos: la arquitectura y la autobiografía.
La arquitectura se constituye en su obra en espacio físico, mental y simbólico, que representa la síntesis entre lo individual y lo social. Aparece así la casa como cárcel, pero también como espacio protector. También como reconstrucción de un espacio donde los recuerdos recuperan la presencia física que permite enfrentarse a ellos de forma racional. Al mismo tiempo, la autobiografía, como referente último de su producción, la lleva a conjurar sus miedos y traumas infantiles (Martínez, 2000: 196): «Mi escultura me permite revivir el miedo, darle una fisicalidad… El miedo se convierte en una realidad manejable. La escultura me permite revivir el pasado en su proporción objetiva, realista».
A finales de los años 60 la sexualidad apareció de modo explícito en su obra, y sus esculturas se convirtieron en un referente para artistas más jóvenes. Realizó formas bulbosas y abstractas y penes en diferentes materiales, desde la escayola al látex, con formas que son en ocasiones fálicas y en otras fecales. Un crítico describía su «Fillette» (1968) como «un gran falo decadente y sostenido, en su faz desde luego más tosca» (Martínez, 2000: 315). Posteriormente, realizó series de figuritas femeninas, vulnerables y agresivas al mismo tiempo, en materiales tan diversos como escayola, barro, bronce, mármol o cera.

En los años 70 participó en protestas y mítines feministas y su obra comenzó a ser considerada por la crítica. En 1974 realiza una instalación titulada «La destrucción del padre», en la que plantea su necesidad de vengarse de un padre autoritario y colérico que marcó su infancia. En ella,un nicho cubre el techo, mientras en el suelo aparecen formas orgánicas, que es al mismo tiempo el lecho donde yace el padre desmembrado junto a un plato de carne que simboliza tanto lo que va a ser devorado, como una vagina y una multitud de pechos de mujer. De nuevo, en una síntesis de lo corporal y la arquitectura, el espacio de la instalación, con el nicho en el techo y el suelo, remiten a lo corporal y autobiográfico.

También en los 70 realiza la serie de las «Guaridas», volúmenes imprecisos y macizos, que en ocasiones rememoran torres y zigurats de aspecto fálico, y en otras asemejan excrementos.
En los años 90, en su serie «Celdas» construye instalaciones que constituyen lo que denomina «arquitecturas de la memoria», espacios cerrados en los que encontramos fragmentos corporales, espejos, vasijas, carretes de hilo… Son espacios claustrofóbicos en los que viejas puertas o formas construidas con malla metálica, en ocasiones, nos impresionan por su frialdad y hermetismo, y en otras encontramos la representación del dolor ligado a su infancia. Completan estas estructuras fragmentos de cuerpos incompletos.

De los 90 son también otras instalaciones, como «Líquidos preciosos», representación metafórica de los fluidos corporales, o «Arco de histeria» (1992-93), en que un cuerpo sin brazos ni cabeza y tensado en arco representa la imagen sobrecogedora del dolor femenino en los conocidos experimentos de Charcot.
En sus últimas obras, » La araña», junto a la presencia de carretes de hilo, madejas, telares y tapices, constituye la metáfora de la madre protectora. En una versión reciente del tema, «Araña» (1997) explicita el simbolismo al colocar al insecto en un gesto protector de una celda que tan sólo contiene algunos tapices deteriorados. De nuevo aquí, la arquitectura, la memoria y el cuerpo constituyen una unidad simbólica que evocan emociones (dolor, angustia, miedo) para tratar de conjurarlas, desde unas vivencias personales, pero que al mismo tiempo nos invitan a participar y a reconocer como mujeres los elementos que les dan origen.
Como otras artistas, Luouise Bourgeois fue reconocida como una de las grandes artistas del siglo en una exposición retrospectiva que le dedicó el Moma en Nueva York, en 1982, cumplidos los 70 años.

“Mamá” de casi 9 metros de altura, es una de las esculturas más ambiciosas de Louise Bourgeois que pertenece a una serie inspirada en la araña, motivo que apareció por primera vez en varios dibujos realizados por la artista en la década de 1940 y ocupó un lugar central en su obra durante la década de 1990. Las arañas, que Bourgeois presenta como un homenaje a su madre, que era tejedora, ponen de manifiesto la duplicidad de la naturaleza de la maternidad: La madre es protectora y depredadora al mismo tiempo. La araña utiliza la seda tanto para fabricar el capullo como para cazar a su presa así que la maternidad encarna fortaleza y fragilidad. Estas ambigüedades se ven intensamente reflejadas en esta Mamá gigantesca, que se sostiene ominosamente sobre unas patas que semejan arcos góticos y que funcionan al mismo tiempo como jaula y como guarida protectora de una bolsa llena de huevos que se encuentran peligrosamente adheridos a su abdomen. La araña provoca pavor y miedo pero su gran altura, sorprendentemente equilibrada sobre unas ligeras patas, transmite una vulnerabilidad casi conmovedora.
El trabajo de Louise Bourgeois es una comunicación » Miedos,culpas y violencia. Arte feminista como expresión y visibilización» de Pilar Muñoz Lòpez (UAM) que realizó en el IV Congreso de Isonomía sobre igualdad entre mujeres y hombres de la Universidad Jaime I de Castellón (España)
ISONOMÍA Actas del IV Congreso
Hildegard von Bingen (Alemania 1098- 1179)
Hildegard nació en Bemersheim (Alemania) al final del siglo XI. Por ser la menor de diez hijos, fue ofrecida a la Iglesia. Vivió en el convento benedictino de Disibodenberg, allí se formó en latín, griego, liturgia, música, oración y ciencias naturales. A los dieciocho años, Hildegard toma los hábitos benedictinos. Fue muy reconocida, la gente la buscaba para escuchar sus palabras de sabiduría, para curarse o para que pedir consejo.
Desde muy niña, Hildegard sufrió visiones que más tarde la propia Iglesia confirmaría como inspiradas por Dios. A la edad de cuarenta y dos años, le sobrevino más fuerte el despertar religioso. asumió la misión de predicar sus visiones y la comprensión religiosa que le había sido otorgada.
Un comité de teólogos del Vaticano legitimó sus visiones y sus mensajes aunque su relación con la Iglesia, no siempre fue agradable, pues Hildegard atacó seriamente las costumbres de ésta y la denunció por corrupta y por no seguir los preceptos.
Se atrevió a dudar de la culpabilidad de Eva, considerándola víctima de Satán, quien la envidiaba por su capacidad de dar vida. Por si fuera poco, ella consideraba el acto sexual como una unión espiritual que iba más allá de la procreación.
Escribió “Scivias” -de corte místico-, “Liber Vitae Meritorum” -sobre ética- y “Operatione Dei” -sobre teología-. El “Liber Simplicis Medicinae” contempla la medicina desde una perspectiva holística, incluyendo conocimientos de botánica y de biología. De la misma forma, el “Liber Compositae Medicinae” trata sobre las enfermedades desde el punto de vista teórico, explicando causa y síntomas.
Compuso música y escribió unas ochenta canciones y una ópera “Ordo Virtutum”a la que otorgó un nuevo lenguaje y en la que fue más allá de las normas de la música medieval
Artemisia Gentileschi
Artemisia Gentileschi Roma (1593) – Nápoles (1652/53) es considerada en la actualidad como la primera mujer pintora en la historia. Hija del pintor Orazio Gentileschi, quien reconoce su coraje y talento, nace en Roma en 1593, desarrolla sus cualidades artísticas frente a los esquemas machistas (sociales y religiosos) de la época que intentan limitar su arte.
Su cuadro, Judith decapitando a Holopherne, lo realizó cuando ella tenía 18 años . Artemisia accede al conocimiento completo de la anatomía masculina a través del pintor Agostino Tassi, su maestro en el aprendizaje de la perspectiva. Su encuentro con él representa para la joven pintora una doble revelación: la de su sensibilidad artística y las pulsaciones de la creación.
Artemisia Gentileschi fue una de las pocas pintoras del periodo renacentista que pudo trabajar y vivir como artista. Su obra, marginada de los libros de historia hasta hace dos décadas, es bien conocida en la actualidad.
Actualmente se conserva solo 34 de sus pinturas, y muchas de ellas se atribuyen a sus contemporáneos masculinos.
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