Educar en el Valor de la Igualdad

El proceso de educación se produce a lo largo de toda la vida, constantemente. El aprendizaje es parte de nuestra naturaleza humana. No sólo tenemos la capacidad de aprender sino que tenemos la necesidad de aprender.

Aprendemos a través de la experiencia. A partir de la observación, de la escucha, percibimos el entorno del que extraemos constantemente aprendizajes. Pero la naturaleza (no sólo el medio ambiente, sino la naturaleza social) se manifiesta como un caos si no hay criterios que ayuden a ordenarla no podemos conseguir una interpretación coherente.

Etienne Wenger ilustra sobre la amplitud de los espacios de aprendizaje con su teoría del aprendizaje como participación social. Cuando se refiere a participación se refiere a los eventos locales de compromiso con ciertas actividades y con determinadas personas y también, a un proceso de mayor alcance consistente en participar de manera activa en las prácticas de las comunidades sociales y en construir identidades en relación con estas comunidades.

No se puede percibir el mundo que nos rodea con el mismo grado de atención, algunos aspectos cobran relieve y otros pasan desapercibidos. Debemos, además, discriminar rápidamente aquello que es importante de aquello que no lo es ya que el entorno está en constante cambio y exige tener una capacidad de respuesta.

En definitiva, es preciso tener criterios que ayuden a ordenar la realidad para actuar. Éstos se desprenden de los valores que cada persona posee y hacen posible que pueda priorizar, y con ello tomar decisiones.

Por tanto, los aprendizajes son  fundamentales: ellos conforman el esqueleto sobre el que luego cobra importancia la información que se recibe y pasa a formar parte de la estructura mental; sin embargo, con el tiempo, los valores pueden ser rechazados. Son, en suma, los aprendizajes que más nos definen como personas.

Continuar leyendo «Educar en el Valor de la Igualdad»