La violencia de género tiene un carácter estructural, el ejercicio del poder de vida o muerte, está en la estructura del patriarcado y en su ideología y es una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales, que han conducido a la dominación de la mujer por el hombre, teniendo como premisa la diferencia sexual, principal recurso para construir la desigualdad. En esta relación de poder entre lo masculino y lo femenino, el patriarcado ha incorporado la diferencia pero también el dominio (Leal González y Arconada Melero, 2011).
El carácter estructural de la violencia se puso de manifiesto en la IV Conferencia Mundial de la Mujer celebrada en Beijing en 1995, donde se afirma que los derechos humanos de las mujeres y las niñas son parte inalienable, integral e indivisible de todos los derechos humanos y libertades fundamentales Al considerarla un atentado contra tales derechos, queda establecido que no es una cuestión personal sino que tiene un carácter social, Se manifiesta, al mismo tiempo, que a fin de superar la violencia contra las mujeres es preciso medidas públicas eficaces para hacer frente tanto a las causas como a las consecuencias de la violencia. Así mismo se establece que los sistemas educacionales deberían promover el respeto propio, el respeto mutuo y la cooperación entre mujeres y hombres.
La educación, en consecuencia, debe poner de manifiesto que la violencia contra las mujeres es una estrategia para mantener el orden patriarcal establecido y colaborar en eliminar las causas de la opresión de las mujeres, al tiempo que tiene la obligación de articular acciones reparadoras de las desventajas provocadas por la desigualdad. Luchar contra este fenómeno con el objetivo de lograr el empoderamiento de las mujeres y la equidad, mínimos para construir sociedades democráticas (Leal González y Arconada Melero, 2011)
Para prevenir la violencia de género son necesarias acciones positivas en el marco de la educación, se trata de invertir en igualdad, por ello el espacio educativo debe comprometerse y ser capaz de generar nuevos valores para cambiar los comportamientos violentos. Una educación en igualdad y para la igualdad debe apostar por un futuro en el que se garanticen los derechos humanos de las mujeres y se corrijan las desigualdades en el acceso a la autoestima, la libertad, la independencia económica, los tiempos y los espacios Debemos educar para que se perciba la violencia de género como un problema social y una estrategia inmoral para frenar la igualdad. Favorecer que se repiense la masculinidad y la feminidad y las relaciones entre ellas, creando identidades sexuales no hegemónicas y así construir un futuro mejor (Leal González y Arconada Melero, 2011).