Mitos sobre la Violencia de Género

MITO 1

Hemos llegado a un punto en que la VG lleva asociada la condena del hombre cuando la mayoría de nosotros somos pacíficos. Ser hombre es sospechoso y no tenemos que pedir perdón por serlo, la violencia la ejerce la persona, no el género”

La violencia de género la sufren las mujeres por el hecho de serlo. La filósofa Amelia Valcárcel afirma que ser mujer en muchos lugares del mundo es estar condenada a discriminación y maltrato: no tener derecho a la educación,  a votar, a conducir, a salir sola, no poder mostrar el rostro, ir tapada, ser mutilada genitalmente, estar bajo tutela de padre, marido, etc. comer menos, tener menos valor, ser casada siendo niña…

En contraposición,  los hombres por el hecho de serlo no sufren violencia estructural sino que puede sufrir violencia algún hombre particular, un caso aislado, y puede ser ejercida por una mujer particular.

Debe quedar muy claro que todos los hombres no son maltratadores ni están bajo sospecha, es una idea que se difunde interesadamente y ante ese mito, creencia difundida para intentar lavar esta terrible realidad de la violencia contra las mujeres; solamente actúan a la defensiva y no encaran la lacra aislando a maltratadores y protegiendo a víctimas en la medida de susu posibilidades.

La violencia de género tiene múltiples caras y la peor de ellas son los más de mil asesinatos producidos en España desde que hay datos.  Pero hay otros tipos de violencia:  

  • Psicológica que produce unos efectos terribles sobre la víctima y además no produce tanta empatía como los primeros ya que estos no se “ven”.
  • Violencia sexual que se ejerce contra las prostitutas, todas esclavas sexuales condenadas por ser pobres y vulnerables.
  • Violencia económica: la pobreza tiene rostro de mujer y para eso no hay que irse a un país del tercer o cuarto mundo.

Continuamente van apareciendo otros tipos de violencia contra las mujeres  cuando no hemos conseguido atajar ni siquiera paliar los que ya estaban instalados en nuestra sociedad, los vientres de alquiler es un ejemplo de ello,  una discriminación que afecta a las mujeres pobres y las convierte en vasijas, otra esclavitud sexual.

Debemos contribuir y aportar desde nuestra posición particular,  social y política en la erradicación de esta lacra y un primer paso es cortar este mito ya que es una falsedad que nos perjudica como personas y sociedad.

Autor: Maria Rosa Candel Tárraga

Apenas era una niña de dos o tres años cuando mi madre me incitó a ver la vida a través de unas gafas color violeta. A través de estos cristales yo he ido mirando, analizando, criticando y construyendo el mundo y las relaciones entre las personas. Estudié una carrera que se podía cursar en Albacete -Magisterio-, pero, indudablemente, aquello supuso un golpe de suerte, ejercer la labor docente es una profesión que me ha permitido enriquecerme extraordinariamente: la relación con tantas personas, todas tan interesantes, me ha aportado grandes satisfacciones en la vida. Posteriormente me he ido formando y reciclando en las materias relacionadas con la Igualdad y la Prevención de la Violencia contra las Mujeres y a lo largo de toda mi trayectoria profesional he procurado imprimir en todas mis actividades docentes la perspectiva de género. Soy profesora de personas adultas y he trabajado en muchos campos: La prevención de la Violencia de Género, la Igualdad entre mujer y hombres,el folklore, las danzas, las enseñanzas iniciales, los clubes de lectura… Siempre he enfocado el trabajo y la vida desde la perspectiva violeta. Formé parte del Seminario de Mujer de la Federación de Universidades Populares. Soy Agente de Igualdad para las mujeres-por titulación y vocación. Máster en Malos Tratos y Violencia de Género: aspectos interdisciplinares con Especialidad Educativa. Formo parte de la Comisión Transversal de Género del Ayuntamiento de Albacete y he llevado y llevo a cabo todos los programas relacionados con el género que organiza la Universidad Popular de mi ciudad. Mi labor es sencilla: apoyar a todas las mujeres del mundo. Estoy enredada en la red de sororidad, de la que habla Marcela Lagarde, desde que mi madre me puso las gafas color violeta. Toda mi vida.

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