En la prehistoria, en el periodo de los nidos arbóreos, hombres y mujeres eran nómadas, caminaban con sus crías a la espalda –mientras estas no podían andar–, recogían bayas de los arbustos, y luego, al oscurecer, al igual que algunos animales, se subían a las copas a descansar entre las ramas. Su vida, dura y monótona, era corta, no pasaban de los 18 o 20 años.Las cosas cambiaron en cuanto se descubrió el refugio y se inventó la caza: las mujeres no tenían –en general– la fuerza necesaria para enfrentarse a los grandes animales, solían, además, estar embarazadas. A partir de este momento empezaron a definirse las distintas misiones cotidianas de uno y otro sexo. En principio no había nada establecido, esto sucedió mucho después. Y cuando se olvidó aquella necesidad inicial, la distribución de deberes pareció algo impuesto desde fuera y discriminador (Clara Janés “Guardar la casa y cerrar la boca” En torno a la mujer y la literatura).
Esta manera de ver las cosas, el papel de las mujeres en las primeras sociedades, tiene que ver bastante, desde mi punto de vista; con una manera de analizar la realidad pasada como un devenir de la presente.
Estudios muy concienzudos sobre el papel de las mujeres en estas etapas, manifiestan que las mujeres participaban en la caza aunque de forma restringida; pero no debido a falta de fuerza (ya que las diferencias en la fuerza son individuales y no varían por cuestión del sexo) sino debido al “tabú de la sangre” es decir, en aquella mentalidad era muy peligroso, ocasión de peligro mortal, mezclar la sangre del animal y las de las mujeres que menstruaban. Además este tabú se hacía extensivo a los guerreros que habían asesinado y habían derramado sangre de algún compañero. Parece cierto que las mujeres participaban en la caza de forma restringida realizando todas las tareas que excluyeran la posibilidad de manar sangre del animal.
Todas las actividades que conlleva este trabajo han estado ocultas porque lo realizaban las mujeres y no se les ha dado la importancia debida. Podemos establecer un paralelismo con el trabajo que realizan las mujeres Sami del reno (Estudio etnográfico de Solveig Joks ) donde se constata que los varones que se dedican al pastoreo de renos no perciben el trabajo que realizan las mujeres a pesar de su importancia para el sostenimiento de la actividad.
Por otra parte, es importante señalar que las mujeres no estaban permanentemente embarazadas. Esto se debía al tipo de alimentación con un alto déficit de proteínas que cesaban los ciclos reproductivos. Parece ser que una mujer se podía quedar embarazada cada 3 años aproximadamente.
«División sexual del trabajo:la mujer y la caza» Alain Testart.
» Las mujeres samis del reno» Joks Solveig.
Wow! es muy cierto como el foco de atención se aleja de actividades que la mujer realiza olvidándonos de lo importante que son, muchas gracias por la lectura amena que hace reflexionar y mas que me ah llevado a hacer toda una escena dentro de mi mente de aquellos tiempos tal cual un niño, saludos.