La educación del amor en las mujeres adultas tiene una importancia decisiva en la prevención de la violencia de género, pues el concepto de amor romántico, que todo lo puede,en el que hemos sido socializadas ha sido y es un factor decisivo en la persistencia de la violencia de género y puede ser uno de los factores que contribuyan decisivamente a su erradicación .
Las claves para erradicarlo, serían:
- Promover la deconstrucción del amor como subordinación y dominio.
Marcela Lagarde afirma que las mujeres reciben el mandato del amor como si emanara naturalmente de su ser porque hemos sido configuradas socialmente para el amor. Nuestra cultura lo coloca en el centro de nuestra identidad y lo considera un medio de valoración personal, de autoestima. La filosofía de género tiene que ver con lograr los objetivos amorosos para los que hemos sido educadas. Pero el amor puede representar relaciones de dominio, de opresión ya que se unen en él lo público y lo privado, lo social y lo personal; en ámbitos que abarcan la intimidad, la convivencia, la corresponsabilidad, la economía, el erotismo, el amor y el poder. El amor a veces, está cargado de deseos mágicos, mitos y dogmas. Se trataría de transformar las relaciones y el contenido del amor sobre las bases del pacto y la negociación equitativa que permitan la convivencia, la independencia y la libertad.
- Analizar la función social de la maternidad
La preparación de las mujeres para la maternidad ha sido históricamente un proceso de transmisión de conocimientos, funciones y valores entre las propias mujeres y, sobre todo, de madres a hijas, lo que se denomina adiestramiento informal, que aún tiene importancia en la sociedad actual. Esta transmisión requiere de un análisis crítico en la medida en que ha sido fuente de discriminación hacia las mujeres En la educación en valores de igualdad debe enfatizarse la transformación positiva de los roles tradicionales femenino y masculino en la familia. Es necesario democratizar la vida familiar, compartir autoridad y compartir el poder de madre o padre, así como las responsabilidades para que las madres puedan disfrutar de tiempos y espacios para sí mismas y no se produzca ese abuso que hoy en día se sigue produciendo.
- Fomentar la sororidad y el empoderamiento .
La sororidad es una dimensión ética, política y práctica del feminismo. Enuncia los principios de equivalencia y relación paritaria entre mujeres. Propicia una alianza que potencia la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad. Conduce a la búsqueda de relaciones positivas y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico, de todas, y el empoderamiento de cada una. Podemos llegar a acuerdos entre nosotras y así sumar y crear vínculos. El mecanismo más eficaz para lograrlo es dilucidar en qué estamos de acuerdo y discrepar con respeto (Marcela Lagarde, 1997) El empoderamiento abarca a la persona en relación con su entorno inmediato y con la institución. Se trataría de promover acciones que posibiliten el empoderamiento , como personas individuales, realizando actividades que fomenten la autoestima y, por otra parte, una vez hemos conseguido la alianza entre ellas, apoyar la participación en todos los ámbitos ya sean institucionales o sociales.
- Visibilizar a las mujeres y su diversidad, enfatizando su aportación a la sociedad en cada cultura y momento histórico.
La desvalorización simbólica de la mujer, violencia cultural, la abocó históricamente a un estatus de subordinación y exclusión institucional, violencia estructural, y esta marginación y carencia de poder favoreció su conversión en objeto de abuso físico violencia directa. (Magallón Portolés, 2005).La violencia cultural es simbólica y persistente en el tiempo: anida en la religión, la ideología, el lenguaje, el arte, la ciencia, el derecho, los medios de comunicación y la educación. Su función es legitimar las otras violencias, la directa y la estructural. La violencia simbólica tiene que ver con la ignorancia que han sufrido las mujeres y sus aportaciones en la producción de conocimiento. Sacar a la luz los logros y experiencia de las mujeres contribuye a la construcción de una cultura de paz; la sabiduría de las mujeres, menos conocida y reconocida que la de los varones, puede colaborar a un cambio, aportando significados nuevos a la cultura y proporcionando raíces para una igualdad más profunda, capaz de ayudar a la erradicación de la violencia de género.
Tomando como ejemplo el panorama español , según el trabajo realizado por el grupo de la Universidad de Alicante utilizando los datos de la Federación de Mujeres Separadas y Divorciadas (1998-2001) y las denuncias por violencia por el compañero íntimo, del Ministerio del Interior (1997-2000), sólo en 1997, se practicaron 18.872 denuncias solamente por agresiones físicas, lo que significa apenas un 5% de la violencia real, toda vez que la mayoría de los abusos no se denuncian a la policía, principalmente porque no existen instrumentos jurídicos, sociales y económicos adecuados que protejan a las víctimas, lo que hace que la violencia contra las mujeres siga siendo en gran parte un delito invisible. 75 mujeres, según datos del Ministerio del Interior, han muerto a manos de sus maridos o compañeros, 3 de las cuales fueron inmoladas por el fuego; 350 mujeres sufrieron lesiones de consideración, que van desde el apuñalamiento, fractura de huesos (rotura del tabique de la nariz, rotura de miembros); otras lesiones de consideración son la pérdida de audición por rotura del tímpano y la pérdida de visión parcial o total de uno de los ojos; en un porcentaje, no cuantificado hasta el momento, habían sufrido violación. Y todo ello con el agravante de que la mayoría de los ataques por el agresor, letales o no, se efectuaron en presencia de sus hijos, creando a menudo un ciclo de violencia que se perpetúa de generación en generación.